UN POEMA PARA LA COFRADÍA
NO SÓLO DEL TRABAJO VIVE EL HOMBRE
JOHN WILMER RODRIGUEZ MONCAYO
No sólo del trabajo vive el hombre
También del ocio pre pagado
de pasionales y venéreos cólicos,
de grotescas y volcánicas alegrías
y de proliferar sus mascaras herbarias;
vive mendigándole al destino
alguna suerte ebria que le estorbe,
encumbrando y derribando dioses
afinando la lira acuática de los sueños,
rentando desgarbadas azoteas
para acumular impúdicas promociones;
vive de aplaudir frígidos cocodrilos
y de matar mil pájaros de un tiro,
de remendarse las tristes menopausias
con urticantes y católicos desenfrenos;
vive de fiar los lunes en la madrugada
y de atinar los acentos ortográficos,
de lidiar con aspirinas su colon irritable
de ocultar los pararrayos de la edad,
de pasear a su perro vividor
y encerrar la luz de su corazón;
vive de surtirse los dulces colesteroles
de cromar con su vanidad el espejo,
de financiar las rosas de sus amoríos
y de guardar en el álbum su cordón umbilical;
vive de declarar trifásicas rentas
de predecir lluvias como un ornitorrinco
y de fumar el humo tubular de los notarios,
de beber los oropeles de las noches
y de comulgar badulaques nacionalismos;
vive de odiar cual medusa de mercurio
y de reciclar las turbulentas noticias,
de tostar las uvas de los misterios
de teñirse los ojos con jugo de naranja
y de tropezar con las culebras del alma;
vive de pregonar sus químicos pecados
de planchar las lenguas de las chirimoyas
y de lamentarse como un millonario;
vive cómodamente envenenado
de las leches agrias de la rimbombancia,
reverdeciéndose y rejuveneciéndose
cada vez más en complicidad
con la cofradía de coyotes,
festejando los orgasmos de la vida
con las mieles de la casualidad,
abrazando los gorgoteos del espíritu
y burlando a la muerte en calzoncillos.
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